domingo, 15 de febrero de 2009

Más Saturación

El Fantasma del Rosario

Por los pasillos de la Universidad del Rosario anda rondando un fantasma que atemoriza a los estudiantes. No es precisamente el espectro de Fray Cristóbal, porque a diferencia de éste, aquél no genera reverencia ni respeto: no es digno de admirar. Aquél ha sido injusto y por su injusticia merece ser llamado verdugo. Este verdugo que asecha, los estudiantes lo conocen como “Estudios Profesionales” últimamente rebautizad, con el fin de ocultar su desfiguración. Pero ¿Cuál es el motivo por el cual Estudios Profesionales es el culpable del insomnio de algunos y la paranoia de otros?

Máximo Pérez, estudiante de décimo semestre de Jurisprudencia y alguna vez de Filosofía, entusiasmado, se dirigía al edificio de la Escuela de Ciencias Humanas, con la intención de reintegrarse al programa de filosofía, sin imaginarse la desagradable sorpresa que se llevaría, al conocer que su reintegro iba a ser imposible porque un artículo del manual estudiantil, y un pie de página, en letra minúscula, lo obligaban a enlistarse en un programa especial llamado estudios profesionales. La exigencia adicional se fundamentaba en que el semestre anterior, no había sido aplazado formalmente. Las últimas palabras que escucharía esa tarde, del decano de la facultad – que más que las palabras de un humanista, parecían las palabras del típico burócrata e indiferente servidor público- fueron: “usted mejor que yo lo sabe: la ley es la ley”.


De igual modo, luego de estar suspendido un semestre, William Manco está convencido de haber cumplido con la sanción impuesta por perder una materia tres veces. Intenta reingresar al programa de Jurisprudencia, del cual le falta un semestre para culminar, cuando escucha: “usted tiene que ingresar a Estudios Profesionales, porque el manual así lo establece”. Palabras increíbles y cacofónicas en medio de ilusiones desvanecidas.

… esta figura dejó de ser una herramienta para los nuevos estudiantes para convertirse en una amenaza que produce interesantes ganancias económicas para la Institución


Podría continuar narrando casos similares, pero el punto que me gustaría reflexionar es el siguiente. ¿Cuál es la justificación o la finalidad de dicha figura académica en los casos citados y en otros similares? ¿Orientar a estudiantes de noveno semestre? ¿Enseñar a leer y escribir a estudiantes que faltan a clase? Según lo establecido por la Universidad, los “Estudios Profesionales” es un programa especial diseñado para estudiantes que han aprobado los programas de Educación Básica y Media; pero que no han ingresado a una carrera específica, ya sea porque no han definido su perfil vocacional o porque aún no cuentan con el nivel académico exigido por la universidad. Se concluye que este espacio funciona para estudiantes que demuestran tener deficiencias en lectoescritura, en análisis o en la orientación profesional. Sin embargo, esta figura ha transformado su razón de ser para convertirse en una amenaza constante para los estudiantes, y peor aun, en una herramienta de ingresos económicos para la Universidad y sus directivas.
Los casos narrados anteriormente muestran que la Universidad, por medio del reglamento académico, ha establecido una serie de situaciones ilógicas en las cuales se exige el ingreso a este programa. Casos como la falta de formalidad en el aplazamiento de un semestre, o la pérdida de una materia en el caso de estudiantes cerca de graduarse, demuestran que esta figura dejó de ser una herramienta para los nuevos estudiantes para convertirse en una amenaza estudiantil que produce interesantes ganancias económicas para la Institución. ¿Acaso consideran las directivas que un estudiante el cual olvida suspender formalmente su semestre, necesita apoyo educativo y orientación vocacional?

Para finalizar, debo decir que no se trata de un enfrentamiento del resentimiento contra la ley o de la envidia contra el éxito, mucho menos una apología a la vagancia. Por el contrario, los invito a la humanización, al exorcismo de aquel fantasma. Recuerden, en lo general y abstracto se encuentra el Universo, pero en los pequeños detalles se encuentra la perfección.

Máximo Pérez

Ideario Del Grupo Estudiantil CONCIENCIA DEMOCRÁTICA

Nosotros, jóvenes, nos reunimos con el firme propósito de consolidar un grupo que promueva la concienciación de la juventud frente a los fenómenos políticos, económicos, sociales y académicos que la envuelven. La apatía reinante de la misma frente a la situación que la circunda hace que este sea un momento crucial para despertar.

Las consignas principales del grupo son el respeto al libre discernimiento, la libertad de conciencia y la promoción de espacios para generar debates sobre problemáticas que nos afectan como estudiantes y colombianos.

Queremos que los jóvenes sean ciudadanos partícipes y conocedores del contexto político, económico y social mundial y nacional. Críticos de su realidad y capaces de sustentar su posición, con argumentos producto del estudio y del discernimiento dentro del grupo.

Este grupo es independiente, no tiene filiación política. Somos tolerantes a todas las ideologías siempre respetando los principios aquí expuestos.

Queremos crear conciencia dentro de la juventud y revelarle el papel dinámico y participativo que esta siempre ha tenido a lo largo de la historia mundial. Hacer que todos nosotros seamos constructores de una sociedad pluralista, incluyente e igualitaria.

Conciencia Democrática conjuga el activismo con el estudio de las problemáticas actuales que atraviesa el país. Nuestra manera de actuar se fundamenta en el consenso y siempre dentro de una lógica inclusiva.

DEMOCRACIA ROSARISTA: DE LA INTOLERANCIA AL EXTERMINIO

Antes de haber pisado nuestro Claustro, tenía una clara concepción de la Universidad del Rosario como la tierra más fértil para la democracia entre las instituciones de educación superior. Una estación que hacía con los jóvenes líderes lo que hace -copiando a Neruda- la primavera con los cerezos. Sin embargo, la Universidad se ha reducido ante nuestros ojos a un patético simulacro de la praxis política nacional. La indiferencia, la politiquería barata de las elecciones al CEJ, así como las despreciables muestras de sectarismo frente al desacuerdo ideológico, demuestra que los estudiantes no hacemos otra cosa que calcar las más vergonzosas páginas de nuestra historia.

La satanización de la izquierda por parte de un sector del estudiantado es otro ejemplo de lo poco que conocemos nuestra historia reciente y cómo esta, en un eterno retorno, nos envuelve. La estigmatización, presente en la Universidad, despierta una remembranza de las más escalofriantes muestras de intolerancia que hayamos presenciado. Como en los tristemente repetidos magnicidios políticos que ocurridos en nuestro suelo, se recurre a la lógica macabra según la cual los ideales se acaban cuando sus interlocutores se silencian. Y es que no sólo se silencia con violencia, pues la opresión, como diría Iris Marion Young, tiene muchas caras. Nada reprochable habría en que se presentara una respetuosa discordancia ideológica, pero el repudio in-argumentado no de ideas sino de personas, es una práctica tan recurrente que se ha convertido en una repulsiva costumbre en nuestras aulas y pasillos. Lo que hoy presenciamos no es un desacuerdo con una ideología sino un desprecio in limine por aquellos que la profesan.

Los más intransigentes nos señalan continuamente, y nos pretenden marcar, como a los judíos en la segunda guerra mundial, al llamarnos despectivamente izquierdistas, incluso guerrilleros; como si organizar foros y proyectar películas fuera lo mismo que tirar piedras, como si marchar pacíficamente contra los crímenes de Estado fuera un acto vandálico, como si la inquietud intelectual y crítica fueran sinónimo de terrorismo.


Lo que hoy presenciamos no es un desacuerdo con una ideología sino un desprecio in limine por aquellos que la profesan.



Si bien hemos presenciado con dolor el terror causado por las guerrillas radicales que, como señalo Steven Dudley, han fracturado la psiquis de nuestra generación, también hemos sido testigos de los extremos de irracionalidad e intolerancia que han generado un ciclo vicioso de violencia: Asesinatos a líderes estudiantiles, sindicales y políticos, siniestras masacres paramilitares y la casi olvidada tragedia del exterminio de la Unión Patriótica, más que simples testimonios de las desventajas de la estigmatización, son las cicatrices que deben desviarnos del exterminio ideológico al que ahora nos dirigimos.

No podemos olvidar que en nuestras aulas se gesto el movimiento estudiantil que promulgó la constitución más progresista que haya tenido esta tierra en su historia. Los actuales estudiantes de la Universidad, ultrajando este honroso precedente, nos alejamos con posturas retardatarias y discriminatorias, cuando no indiferentes, que inexorablemente conducirán a la Universidad a un destino cada vez más distante de la que alguna vez fuera la cuna de nuestra democracia.

Mauricio Ortiz C.