jueves, 16 de abril de 2009

Biblioteca Insoportable

Nuestro inglés, negocio de unos pocos

La implementación del Decreto 869 de 2005 como exigencia de pregrado, ha generado dificultades y consecuencias catastróficas para la comunidad estudiantil. Mediante esta norma, se cambió la exigencia de segundo idioma que ahora deberá ser presentada a mitad de carrera y no como requisito de grado. Esto es un gran avance en las exigencias académicas de la Universidad. Sin embargo, debido a un claro interés económico de la Universidad, esta exigencia no fue acompañada de una política educativa del idioma sino que se constituyó como una carga para el estudiante, aumentando así el mercado para las instituciones que dictan inglés.

La exigencia de un idioma que no es ofrecido en la Universidad, aumentó los niveles de deserción en todas las facultades, llegando a niveles de hasta 60% en ciertos programas. Este inconveniente es aún mayor en la facultad de Rehabilitación donde la mayoría han tenido que retirarse de la Universidad: hay semestres donde sólo aprueban el requisito una o dos personas. El problema principal radica en que la falta de enseñanza de inglés dentro de la Universidad, implica una serie de costos y tiempo adicional para los estudiantes que se ven obligados a acudir a instituciones privadas o cursos externos a la institución. La situación económica de algunos estudiantes no ha permitido acceder a cursos de calidad, por lo que han optado por cursos virtuales como el del SENA u otros ofrecidos en internet. Como resultado de esta opción, de 12 estudiantes que completaron los cursos, sólo 1 aprobó los niveles del PET exigidos. Recordemos que el 23% de los estudiantes que ingresan a la Universidad no tienen conocimiento alguno de inglés y el 33% no está en la capacidad de aprobar los exámenes requeridos.
Los estudiantes hemos presentado numerosas propuestas a la Universidad, entre las cuales se encuentra la posibilidad de ofrecer inglés como materia electiva por medio de un convenio interinstitucional como se hace con el francés, el alemán y tantos otros idiomas que sí son ofertados (y de paso mejorar algunas electivas como Protocolo y Etiqueta que sólo pretenden mantener un pensamiento clasista y excluyente). También se propuso la creación de un Centro de Idiomas, existente en todas las grandes Universidades y que brilla por su ausencia en el Colegio Mayor. Incluso se presentó la posibilidad de dictar inglés por parte de algunos profesores de la Escuela de Ciencias Humanas que tienen altos niveles en esta competencia.

Hago un llamado público para que las directivas, por este mismo medio, expongan ante los estudiantes las verdaderas razones de su negativa a las propuestas y solicitudes de los estudiantes.


La respuesta de la Universidad ha variado entre la indignación y la resignación. En algunas oportunidades se nos indicó que el Centro de Idiomas (principal propuesta, ya que esto garantizaría una educación complementaria y de calidad) estaba sometido a la construcción de la nueva sede, realidad que no parece estar cercana. A los diferentes representantes estudiantiles que han presentado el tema ante la Vicerrectoría, se les manifestó que el inglés era una competencia que debíamos traer desde el Colegio y que la Universidad no debía responder por ello. Olvidan las directivas que para el 2006, sólo el 7% de los colegios en Colombia ofrecían buenos niveles de inglés en su pensum y menos del 4% manejaban inglés en su totalidad. ¿Cómo exigen entonces que el inglés sea una competencia escolar? El argumento de la Universidad pierde sustento cuando vemos que otras competencias que sí debían ser garantizadas por la educación secundaria (lectoescritura, redacción, análisis matemático) son ofrecidas por la Universidad mediante el programa de Estudios Profesionales. ¿Por qué no se tiene la misma actitud frente a los bajos niveles de inglés? Asimismo, debemos añadir la actitud de los representantes estudiantiles (con la excepción de Ciencia Política, Ciencias Humanas y Jurisprudencia) que en diferentes reuniones se han plantado como acérrimos defensores de las directivas y no como representantes del estudiantado. Ha llegado a tal punto el descaro de algunos representantes que, por ejemplo, la presidenta del consejo estudiantil de Rehabilitación afirma ser “representante de los estudiantes y de las directivas”. ¿Será que esta posición responde a una designación que se hizo sin votación popular sino por voluntad de unos pocos?

Resulta curioso del tema expuesto que a pesar de los intentos e insistencias de los estudiantes y representantes, la Universidad ha optado por una actitud desobligada, indiferente y apática. Pero es aún más inquietante cuando se evidencia una estrecha relación entre las directivas y el Wall Street Institute, quien tiene incluso sede dentro de la Universidad (espacio que podríamos usar para ampliar las salas de estudio) y que, por supuesto, vería destrozado su negocio si la Universidad ofertara el inglés. Lo más preocupante es que las directivas se opongan sin argumento a las peticiones y propuestas de los estudiantes, manteniéndose ajenas al problema. Por este motivo, hago un llamado público para que las directivas, por este mismo medio, expongan ante los estudiantes las verdaderas razones de su negativa a las propuestas y solicitudes de los estudiantes y nos indiquen si realmente se desentenderán de esta compleja problemática. Espero que por lo menos esta propuesta sea aceptada por los dirigentes de la Institución.

David R. Rodríguez

El Derecho a expresarnos libremente

El derecho a la libertad de expresión se manifiesta de muchas maneras, todas ellas protegidas por la constitución colombiana. Una expresión evidente, que es ejercida en todas las grandes Universidades del país pero censurada ferozmente en el Rosario, es exponer al público afiches, imágenes o textos que no atenten contra el orden público. En el Colegio Mayor, lamentablemente, hemos visto como se ha restringido nuestro legítimo derecho a exponer nuestros pensamientos y nuestras ideas en afiches, pasquines o documentos de todo tipo.

El proceso para tener algún tipo de comunicación en las carteleras disponibles en la Universidad es largo y poco alentador. Se debe enviar el material una semana antes a cuando se piensa exponerlo al público para que sean sellados y luego expuestos. Su aprobación está sometida al criterio de una persona quien decide que puede y que no puede decirse en la Universidad. Su exposición de somete al libre albedrío del trabajador que los pega en cualquier espacio disponible de la universidad. Finalmente, después de este burocrático proceso, puede que el afiche ni siquiera cumpla con su cometido ya que los lugares más visibles siempre están acaparados por las comunicaciones oficiales y los mensajes, que en palabras de quien aprueba se exposición “tienen una buena actitud”. Luego de todo esto, es posible que termine en el olvidado panel del piso 8 de la torre 2. Estas trabas limitarían la libre expresión del estudiante más paciente y cortés que pueda existir


En este tema, como otros en esta Universidad, el formalismo prima sobre la racionalidad. Aunque existan espacios libres en las carteleras, y los estudiantes peguen sus carteles respetando los demás, únicamente por no tener el sello “oficial” son quitados sin cuartel. De tal manera que ya ni siquiera el espacio dispuesto para ello es apto para pegar carteles. Esto recuerda las épocas de la Alemania Nazi donde cualquier tipo de comunicación debía ser aprobada por el sello S.S. Si algunas veces se reparten volantes o pegan afiches sin autorización, es por la imposibilidad de ser aprobado por un comité de censura existente dentro de la Institución

Demando a través de este artículo, que la Universidad sea mucho más abierta al tema de los carteles y afiches, que se abran más espacios para que el estudiante pueda exponer lo que a bien tenga y que deje de ser tan formal y se de cuenta que el estudiante necesita expresarse para crecer

Julián Jaccard

El Genoma del Rosarista

Justo cuando creí comprender el mapa genético de un Rosarista, desapareció mi principal fuente de estudio (lo cual fue un alivio para mí). Sin embargo, esporádicamente aparece y me permite especular sobre cuál es aquel gen contaminado con un virus mortal que está en el ADN del Rosarista y que lo hace portador de una enfermedad que en algunos casos no se ha desarrollado y, en otros, ha avanzado terriblemente aunque se niegan a aceptarlo.

¿Será que el gen maldito que está en el ADN es checho el desecho? Me resisto a creerlo. Posiblemente el gen esté en la verídica, seria y contundente información que nos brinda (como aquella vez que sostuvieron que el evento de Rock al Parque no se realizaría)…En fin, creo que todos sabemos que el gen maldito está al final de la cadena del ADN.

Es obvio, en horas de la mañana recibimos el ADN y lo llevamos al salón. Cuando menos nos percatamos, el profesor está hablándole al aire mientras que sus estudiantes están sumamente preocupados por lo que pronostica el horóscopo. El estrés que les genera no poder llenar el crucigrama tiene proporciones cada vez menos sanas y la sensación voluptuosa de tener el ego en las nubes cuando se llena el sudoku, hacen que la cátedra pierda su papel fundamental en nuestra formación y pasa a planos secundarios.
Algunos pensarán que el ADN no tiene nada de malo y que, por el contrario, nos da una lección de cómo acabar con la competencia, nos trae información de primerísima mano, que permite un entrenamiento simple y QUE ES GRATIS. Recibir esta fuente de ignorancia nubla nuestros sentidos y nos somete a una información sin beneficio de inventario. Incluso se encuentran constantes errores de ortografía y redacción ¿No se dan cuenta del atentado al periodismo y A LA NATURALEZA que perpetra este diario? No obstante, lo realmente inquietante es el motivo por el cual la Universidad permite la distribución de este diario dentro de las instalaciones mientras que limita considerablemente la circulación de las propuestas estudiantiles. ¿Habrá algún tipo de interés económico detrás de este permiso?

Porque lo he vivido, me opongo totalmente a la distribución de este diario en las inmediaciones del Colegio Mayor. Porque me desespera llegar a un salón de clase y ver unos cuantos ejemplares en los puestos y el suelo con crucigramas a medio terminar. Porque me desespera que me pregunten el símbolo del Estroncio en la mitad de la clase; porque odio irracionalmente a checho el desecho y porque desconfío mucho de la información que en este medio se plasma, invito al respetable lector de esta publicación que no reciba más el ADN.

Ricardo Álvarez

Clínica Administrativo