Las últimas reformas impulsadas desde la Facultad de Jurisprudencia demuestran esta tendencia a darle primacía al conocimiento y a la educación práctica, en perjuicio de la educación teórica y científica. Desde ahora indico que no estoy en contra de la educación práctica, por el contrario, esta es necesaria para el desarrollo integral del estudiante. En lo que no estoy de acuerdo es que el incentivo por la práctica genere un detrimento en la educación teórica y científica que brinda la institución.
Las últimas reformas impulsadas desde la Facultad de Jurisprudencia demuestran esta tendencia a darle primacía al conocimiento y a la educación práctica, en perjuicio de la educación teórica y científica.
Tales son los casos de la reforma impulsada en el segundo semestre de 2005. En dicha oportunidad se decidió reducir el horario de las materias y la fusión de cátedras fundamentales que antes se dictaban en un horario mucho mayor. Por ejemplo, la enseñanza de la base del derecho civil -me refiero a Personas y Familia. Materias que antes dictaban en un año cada una, que luego se redujeron a un semestre cada una, quedaron reducidas a una materia de 1 semestre denominada “Derecho Civil Personas y Familia”. La segunda gran reforma impulsada el semestre anterior, logró sacar de las cátedras obligatorias una materia científica como teoría del delito y la pena. Además, hicieron otra amputación científica al unir en una sola materia las cátedras de teoría del estado y teoría constitucional.
Reitero que no me opongo a la formación práctica, pero esta debe ser complemento de una educación científica y de calidad. La Universidad y en concreto la Facultad de Jurisprudencia, nos está convirtiendo en técnicos del derecho y no en verdaderos científicos que podamos, eventualmente, generar nuevo conocimiento o avanzar en las posiciones actuales. Existe otra gran dificultad al respecto: la vulneración de la autonomía universitaria, principio constitucional que supone la decisión de la comunidad académica sobre qué y cómo se enseña. Al exponer esta crítica ante las directivas de la facultad, la respuesta ha sido que simplemente siguen las directrices del Ministerio de Educación. Entonces me pregunto, ¿dónde quedó la Autonomía Universitaria?
Otras directivas han respondido, desafortunadamente, que la educación sólo servirá si se fundamenta en la práctica ya que la teoría no sirve para litigar en el mundo jurídico. Se demuestra así, que la intención con este tipo de educación es servir como mano de obra para un mercado laboral que ha sido preestablecido internacionalmente, alejándonos de una educación de calidad que nos permita generar un desarrollo económico y productivo propio. O bien, ¿será que la Universidad adoptó el criterio del ex rector de la Universidad Nacional, Marco Palacio, quien en una entrevista se atrevió a afirmar que la universidad estaba enseñando mucho a los estudiantes?
David R. Rodríguez N.
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