
Es bastante difícil ver que la gente, sin pensar, sigue a los demás como un rebaño lo haría detrás de su pastor, amedrentado por los perros ovejeros. Pero creo que esto no es lo más grave, por que digamos que esta manera de hacer política, es la que actualmente rige en Colombia.
Lo más grave es que, además de no existir un ejercicio de la razón detrás del voto, tampoco existe mucha disposición para cambiarlo. Las más férreas posiciones, muchas veces inamovibles, sordas e irreflexivas son las que se han visto construir estas semanas alrededor del arco iris político estudiantil. Es difícil de tragarse esto, pensando que estamos en un centro de cultura, en el cual el espíritu de crítica y el universalismo deberían ser nuestro modus vivendi. El voto debería ser a consciencia y no alentado por favoritismos, amistades y prebendas.
La intolerancia, que no necesariamente es con insultos o física, también puede manifestarse en actitudes de las personas. Y creo que todavía, nos queda mucho por aprender en este campo. Vi irrespeto a la palabra; tenemos que aprender a escuchar, estar dispuestos a oír al otro y no despreciar sus ideas por la simple razón de que es el otro. También vi preguntas que buscaban deslegitimar a los representantes y nunca dirigidas a cuestionar las propuestas. El libre desarrollo de la personalidad no puede verse atropellado por el espíritu de la masa.
Cuidado, no reproduzcamos la manera de hacer política en Colombia, no podemos crecer dentro de un ambiente participativo contencioso, hagamos que el respeto y la razón triunfen y nos formen como promotores de una nueva sociedad colombiana. No le sigamos el juego a la intolerancia. Si seguimos promoviendo este tipo de actitudes, seguimos promoviendo nuestro común denominador como colombianos, la violencia.
Julián Jaguar
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